jueves, 5 de junio de 2014

Del aborto y la soberanía del cuerpo.



Llevo días con este tema anudado en la garganta, y es que se ha vuelto a poner en la palestra de moda de la política chilena. Por lo cual he leído y escuchado un sinfín de aberraciones y evidente ignorancia sobre el tema, y también porque es un asunto que no me es para nada indiferente, es que me parece importante la necesidad de reflexionar sobre el tema. ¿Que tan importante puede ser, socialmente hablando, establecer polaridades con respecto al tema del aborto?  Pues la división inmemorial de "derecha" e "izquierda" se extrapola con intención de separar y estandarizar la moralidad imperante en la sociedad. Pero en el fondo y sus efectos, no es más que humo sobre la nada. Pues la discusión legislativa es sobre el "aborto terapéutico" como un derecho de salud pública y no una liberación penal del aborto, así, sin apellido.

No me interesa demasiado abordar las ideologías políticas al respecto del aborto, pero sí es útil mencionarlas como comprensión del contexto y sus datos históricos. Vamos viendo, el aborto está tipificado como un delito por lo cual su práctica se vuelve ilegal. Esto establecido en el Código Penal desde 1874 de acuerdo a los valores morales e influencia de la Iglesia Católica en los tiempos coloniales. En 1931 fue establecido legalmente el "aborto terapéutico" de acuerdo al Código Sanitario, para ciertos casos estimados por ley. Por lo cual esta actual discusión ya fue resuelta hace 83 años, pero claramente algo ocurrió entre medio. Con la dictadura militar el ambiente social estaba fértil para el desarrollo y alimentación de violadores potenciales de derechos humanos, y los de género siempre han sido los primeros en ser pisoteados. Para muestra, durante el trabajo de Comisión de Estudios de la Nueva Constitución, la cual gestó la Constitución de 1980, el inolvidable Jaime Guzmán (senador en dictadura) enfatizó que: "La madre debe tener el hijo aunque este salga anormal, aunque no lo haya deseado, aunque sea producto de una violación o, aunque de tenerlo, derive su muerte". Esta visión devino en la derogación de lo establecido en el Código Sanitario de 1931 y reemplazándose por: "No podrá ejecutarse ninguna acción cuyo fin sea provocar el aborto" . Retrocediéndonos instantáneamente a los tiempos coloniales.

Por lo anterior, es importante tener presente que de lo que discuten tan fervientemente en los medios de comunicación y en las redes sociales no es un tema para nada nuevo, ni moderno, ni liberal. Es un derecho que tenían nuestras abuelas, tías y madres, con el fin de preservar su integridad física. Por lo cual desviar el tema con un uso morboso y violento, sólo puede estar encubriendo otro tipo de información que a los gestadores del circo no les interesa dar a la luz. Pero eso, tampoco es un tema que quiera profundizar.

No me asombra para nada la politiquería de cuarta que hay detrás de esta polarización, lo que me impresiona tristemente es la calidad humana que he podido percibir tras el sinfín de comentarios violentos e impositivos, como si para el aborto, a secas, fuera necesario establecer una verdad absoluta y un martillo con el cual juzgar a todas las mujeres. ¿Es que acaso es el estado y la opinión pública, naciente patriarcal, quien debe imponerme, como mujer, el uso y los límites que debo darle a mi propio cuerpo, y por consiguiente, a mi propia vida? Y si se pretende que así sea... ¿Acaso están facultados estos actores sociales a hacerse cargo de lo que se está imponiendo a nosotras? Es decir, ¿tú que te denominas "pro vida" y que infieres que todos los niños deben nacer, te harás cargo de las necesidades de salud, seguridad, afecto, educación, higiene, etc, de los niños que vengan a este mundo en contradicción con lo que quería la madre? Y así mismo, tú que te proclamas tan liberal estableciendo que las mujeres deben practicarse abortos a todo evento y que si se niegan a ello es por retrógradas o "canutas", ¿te haras cargo del trauma emocional y la depresión que como efecto de la práctica de un aborto culposo, y también de las secuelas físicas que ellas carguen durante toda su vida, e incluso la pérdida de ella?

Se sabe que alrededor del 90% de los nacimientos provienen de hijos "no esperados", o sea, en suma somos hijos del capricho de la vida por lo tanto la cantidad de mujeres que se han visto enfrentadas directamente al tema y decisión del aborto es muchísimo más de lo que se piensa. Y esto me hace inferir que también esa idea ilusoria de que los niños vengan a una vida perfecta, dista mucho de la realidad, y se acerca mucho más a un indicio del miedo imperante a comprometernos con la vida misma, y a vernos como en un espejo a través de los ojos de nuestros hijos. Pero lo cierto es que la constelación de situaciones en las que se puede gestar un embarazo y la situación crítica de decidir si tenerlo o no, es algo que escapa de cualquier regla que podamos categorizar y evaluar como "bien" o "mal". Por lo que sigue estando en las manos y la responsabilidad de la madre la decisión final.

Dejando la moralidad sobre la mesa, sabemos que la práctica de abortos se remonta a tiempos inmemoriales y el conocimiento de su realización recaía en las mujeres mayores con el uso de plantas o hierbas medicinales, las cuales incluso en la actualidad se siguen utilizando. Ahora bien, los adelantos científicos han llegado a desarrollar medicamentos que tienen un efecto abortivo, como el Misotrol, y su utilización se ha hecho tan masificada que existen tutoriales para su uso, paso a paso, en internet. Por lo que pretender tapar el tema del aborto con  fundamentos legales es sabidamente infructuoso. Y pese a ser un delito, no existe demasiado interés real en combatirlo ya que hasta entonces no conozco una mujer cumpliendo condena por realizarse un aborto y me consta que los servicios de salud, hospitales y clínicas, no denuncian a la autoridad la gran cantidad de mujeres que llegan a los servicios de urgencia luego de haberse provocado intencionalmente la interrupción de su embarazo. La máscara moral es lo único que permanece.

Mi cercanía con el tema viene desde la adolescencia, en donde he sido testigo de la experiencia de mujeres cercanas con esta disyuntiva y la elaboración de su decisión. Lo que en primer momento me impactó y con el tiempo comprendí, fue el apoyo de las madres en quienes decidieron no abortar, pero sobre todo en las que sí decidieron hacerlo. Por lo que vuelvo a sentir que, pese a que sea un tema de opinión pública, la comprensión, orientación y manejo de él radica en los dominios femeninos. Y es sumamente importante que así se comprenda y sobre todo, se respete. Ya que así como mis amigas, yo también tuve que ponerme los zapatos de la situación compleja de un embarazo no esperado y tuve que decidir. Yo opté por la vida, aunque con ello haya sido agredida y humillada, pues el tono desechable del cual se ha vestido esta sociedad ha infectado incluso las relaciones humanas. Opté por la vida porque desde el primer momento sentí a mi hijo conmigo y sentí que lo amaba, pero no pretendo ser un ejemplo ni establecer que las mujeres que abortan no amaban a sus hijos, porque, ¿no es un acto de amor el querer evitarle a un ser indefenso la experiencia de venir a la vida con una madre adicta, un padre agresor, o en una familia donde no tendrá qué comer? Obviamente mi situación era otra.

Son tantas las variables que influyen en ese momento crucial que pretender nosotros como sociedad decirles a estas mujeres qué hacer, y más aún cuando el Estado juguetea con el tema valórico pero no hace mayor esfuerzo en establecer las bases que garanticen que todos los niños tengan un acceso libre a satisfacer sus derechos esenciales, y más aún donde no existen redes de apoyo reales para las mujeres en crisis; este tema seguirá siendo alimento de buitres y casas vacias. Si pretendemos generar una discusión constructiva, es principal el respeto a las mujeres como creadoras y paridoras de la raza humana, y a su vez es prioritario el respeto a todas y cada una de las decisiones, fundadas o no, con respecto a la interrupción del embarazo. Pues ni yo soy una "canuta" por decidir no abortar, ni ella es una "puta inmoral" por sí decidir hacerlo. 

No pretendo con esta cantidad de palabras nada más que invitar a la tolerancia. A bajarle unos niveles a la violencia con la cual se refieren al tema desde todos los sectores. A humanizarnos y recordar que no somos quienes para criticar a las mujeres que deciden si abortar o no, pues al final de cuentas, serán principalmente ellas las que carguen con el peso y las consecuencias de su propia decisión.

No puedo yo establecer qué está bien y qué está mal, aún teniendo la experiencia, pues tampoco podría asegurar que en el futuro no volveré a replantearme la opción del aborto en mi vida. Sólo sé que es un proceso completamente difícil, y que fuera de críticas y presiones, en el momento de la decisión es cuando más necesitamos el apoyo, respeto, y sobretodo el abrazo de quienes nos aman.

Quizás sea el momento de comenzar a comprender que nuestro complejo de ser Dios sólo nos aleja indiscutiblemente de nuestra propia divinidad.

*Bi.

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